miércoles, 19 de enero de 2011
Arena y bikinis sin control en Villa Soldati
Por Dante Augusto Palma
Filósofo.
Una playa con pomposa inauguración, ¿no es acaso un intento de hacer posar las miradas sobre ese mínimo espacio para considerar que representa una totalidad tan jovial y amable como la que transcurre sobre ese cúmulo de arena?
La creación de una playa citadina en el barrio de Villa Soldati, aquel que hace poco parecía el emblema de un país que “se prendía fuego”, se presenta como uno de los hechos que, no por trivial, deja de contener un importante simbolismo. Es verdad que ante la emergencia habitacional, los más entusiastas sostienen que ya que hay arena, ahora sólo falta la cal y los ladrillos. Pero no me quiero desviar en una crítica teñida de ideología. Prefiero enfocar el fenómeno, aun con licencias poéticas, desde diferentes ángulos. Me centraré en “la foto”: funcionarios con sombrillas, gorritas, merchandising y sonrisas amarillas, rodeados de un contexto de pobreza y marginalidad que es recortado por la imagen; culos en bikini en una pasarela “montada para desmontar” el paisaje circundante. Al igual que sucedía en aquel clásico del cine de Antonioni, Blow Up, el zoom hiperbólico nos hace olvidar que existe un contorno y un más allá de la imagen que observamos. Poco importa si es imposible zambullirse en el agua podrida, y menos aun interesa el cartel que gentilmente sugiere no caminar descalzo fuera del perímetro de la arena ante el riesgo de pisar elementos cortantes. Tampoco importa que la Metropolitana no esté en el barrio, porque se ha decidido darle prioridad a otras zonas de la ciudad. En este sentido podría invertirse el lema de aquella publicidad de gaseosas para decir “La sed no es nada. La imagen es todo.”
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